sábado, 12 de septiembre de 2009

EL ÁNGEL

Broken angels...
Broken dreams.
LDG

Esteban no puede creerlo, ¿cómo es que esto le pasa a él? Él que había sido un escultor toda su vida. ¿Cómo demonios es que termina con un cincel en el vientre y tirado en el suelo sobre un charco de sangre que se esparce cada vez más sobre el parquet?
Todo había empezado de la manera más inocente. Estaban eligiendo el trozo de alabastro que había viajado desde Toscana sólo para él. Normalmente hubiera elegido el más bello, el más grande, o simplemente el que tuviera un aspecto más especial. Pero esta vez eligió una pieza distinta, eligió una simple, llana, grotesca y casi inservible.
-Probaré mi talento como escultor haciendo de este horrible pedazo de nada, la escultura más deliciosa –Pensó para sí el artista.
Los empleados llevaron la pieza al taller y Esteban se preparó para hacer el encargo del pomposo Cardenal Vicencio.
-Esteban ¿acaso no estoy pagando suficiente como para que uses granito, mármol o al menos cantera española? –Preguntó el sagrado hombre entre inocente e insultante.
-Esta es especial – Se limitó a contestar Esteban.
-Especialmente fea, por supuesto –Esteban guardó silencio mientras sus manos continuaron esculpiendo. El Cardenal se percató de la molestia de su interlocutor y recapituló. –En fin, tú eres el artista, no me decepciones Esteban.
Esteban era uno de los escultores más conocidos de la región, y a pesar de que su carácter no era el más dócil a sus cuarenta y tantos, sus clientes aceptaban sus exabruptos porque era el mejor.
Conforme pasaron los días y las manos de Esteban sobre el inservible pedazo corrupto de alabastro, empezó a rebelarse una figura cada vez más definida: un rostro, unas manos delicadas, unos rizos espesos, una túnica y unas alas rotas.
-Será especial –se decía el escultor a diario.
Sus habilidades nunca antes se habían puesto tan a prueba para luchar contra cada imperfección, contra cada falla de la pieza.
-Esa escultura no me gusta –murmuraban todos los ayudantes en el taller cuando Esteban no miraba.
El escultor estaba a punto de terminar con las facciones del ángel de alas rotas. Estaban era el mejor para los rostros. Incluso usó sus propias uñas para darle forma, las que se rompieron por la presión dejando unos ligeros hilos de sangre sobre la pieza.
El escultor pasaba el día y la noche en el taller durmiendo frente a su obra inconclusa, mientras las semanas y los meses se le escurrían entre los dedos.
Cuando el Cardenal Vicencio llegó a recoger su pedido y vio al ángel montó en cólera.
-Pero ¿qué es esto Esteban? ¡Explícame! ¿Qué significa esto? –le inquirió enfadado.
-Aun no está terminada.
-¡Y nunca lo va a estar! ¡Esto debe ser una broma o un insulto! ¡Mira nada más esta monstruosidad, te pedí un ángel no un engendro del abismo!
-Es un ángel.
-Es un monstruo, ni el mismo Satán lo aceptaría en el infierno ¿cómo piensas que voy a llevar esto a mi iglesia? ¿Acaso estas demente?
-¡Es un ángel, y es mi mejor obra! –gritó Esteban –Y si no le gusta ¡puede largarse de aquí!
El Cardenal salió del taller cancelando el pedido a Esteban, quien se había quedado solo y sin dinero a causa de la demora en la obra. Sus ayudantes se habían ido poco a poco, unos por falta de pago y otros porque pensaban que el escultor había perdido el toque o la razón en ese espantajo que construía.
-Es un ángel –murmuró Esteban que se negaba a desistir en lo que él consideraba la mejor prueba de su talento como artista: el convertir a la pieza más horrible en una obra de arte única.
Doce meses pasaron mientras Esteban seguía dejando su sangre y su vida en finalizar el rostro de su ángel. Doce meses en los que había sobrevivido gracias a la misericordia de Gumara, la tendera de al lado a quien una vez, que ya ni recordaba, le regaló la escultura de un conejillo, y quien le llevaba un plato de comida a diario.
-Don Esteban, no me lo tome a mal, pero, yo creo que esa cosa no se va a arreglar nunca, y no es culpa suya, la piedra estaba mala, maldita, viene de mala semilla. ¿Por qué no la deja de una vez? –le dijo la mujer en tono maternal, y sin esperar respuesta se retiró. Esteban se embebió en esas palabras y sufrió por dentro al sentir que había fracasado, pero sabía que Gumara tenía razón.
Esa noche no tocó a la escultura, se limitó a mirarla y a llenarse de impotencia. Tal vez había cosas que no tenían arreglo, tal vez había piedras que no habían nacido para ser ángeles.
Esteban tomó el cincel enfurecido para golpear con fuerza el alabastro, y justo cuando el acero rozaba a la roca, el ángel extendió su brazo para sujetar a Esteban y arrancar la herramienta de su mano.
El escultor quedó paralizado ante la visión, pero luego sintió como su vientre se reblandecía mientras el cincel lo penetraba.
Esteban cayó al suelo y su sangre comenzó a esparcirse sobre el parquet, ante la mirada incrédula del artista.
-No puede ser… Tú –murmura Esteban mientras se incorpora. –No puede ser –el ángel le lanza una sonrisa siniestra.-¿Por qué? –le reprocha Esteban.
-Por haberme arrancado a pedazos el rostro durante todos estos meses, por querer hacer de mí algo que no soy.
-Eres una escultura, yo quería hacer de ti el ángel más bello de todos los tiempos.
-Yo no soy un ángel, nunca lo fui. ¿Qué estas ciego? ¡Mírame! Soy un demonio, ¿no lo ves? Y tú, tú eres un iluso por pensar que tu vida, tu tiempo, o tu talento podrían cambiarme.
-Yo te hice.
-Tú no me hiciste, tú sacaste lo que había dentro de mí, guardado en esta piedra asquerosa. –El ángel intentó bajarse del pedestal –Y ahora finalmente soy libre de hacer lo que mi naturaleza me pide.
Esteban se interpone en su camino mientras se desangra lentamente.
-Yo te hice -le recrimina.
-Eso no importa.
-Yo te hice. Y también yo te puedo destruir –Alargando su brazo Esteban blande un mazo de la mesa vecina, y en un golpe certero sobre el cuello, le arranca la cabeza al demonio blanco, esparciendo los pedazos de alabastro por toda la habitación. –Y sábete, que no te destruyo por malvado, porque la maldad existe en todas partes, sí te rompo en mil pedazos es por malagradecido.

1 comentarios:

Jean Bernstein dijo...

El talento es verdaderamente portentoso de Liza di Georgina, ojalá existieran más escritores como ella.

 

©2009 Liza Di Georgina | by TNB