lunes, 7 de abril de 2008

Plegaria


Nadie me enseñó a juntar mis manos a lo alto
por eso nunca lo hago,
no pregunto, no lloro,
y me trago los miedos en sorbos amargos.
Soy el hijo de una ciudad sin manos
enclavado en silencios anónimos,
eternos dedos tejedores y pies salados.
Mis mañanas saben a humo negro y a desierto,
y no, el sol no sale igual para todos,
no en los inclementes arrabales
por donde flotan sombras,
que nunca llegarán a ser hombres,
en el insoportable sobrevivir urbano
de luchar hasta por el aire.
Y sólo tengo siete años.
 

©2009 Liza Di Georgina | by TNB