miércoles, 1 de julio de 2009

LA MUJER DE BLANCO

La mujer de blanco cruzaba la puerta de su recamara cada noche.
Se paraba al borde de la cama y le sonreía.
Ella abría sus pequeños ojos y escuchaba cada noche sus historias.
Eran cuentos increíbles donde niños y niñas se jugaban la vida.
Las manos de la mujer de blanco siempre olían a jabón y estaban calientitas,
le tocaban los pies y jugaba con sus deditos.
Entonces sus pies crecían alas y volaban por pasillos muy claros donde la mujer de blanco estaba siempre.
Alguna que otra noche la mujer de blanco le decía poemas.
Y entre anecdotas y recuerdos la niñita se dormía,
perdonando un poco que debía compartir a su madre, la doctora que vestía de blanco,
con otros niños y niñas que se jugaban la vida en el hospital, casi hasta el anochecer.

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