miércoles, 8 de julio de 2009

HISOPOS

Siempre he sido olvidadiza, si voy al súper tengo que recorrerlo TODO. Y no es que lo considere mi mejor paseo, que me guste gastar de más, hacer ejercicio en interiores o perder el tiempo.
No, lo que sucede es que me da una rabia regresar a casa después de las interminables horas en las cajas del supermercado sólo para darme cuenta que se me olvidó el azúcar y la limonada me sabe a desgracia.
O que por no pasar por el departamento de perfumería me tengo que lavar el pelo con espuma de rasurar al día siguiente.
Es desesperante tener que regresar al súper con cara de idiota mientras sientes que los policías, los empleados de piso y los cajeros te ven con mirada de dejá-vu, como diciento "¿Qué no había pasaro ésta ya por aquí?
Luego, tú te haces chiquita y sonríes con nerviosismo. Las menos de las veces les comentas a manera de justificación "es que se me olvidó el jamón".
Claro que al cajero le importa un pepino lo que le dices, y de seguro ni te entiende el contaxto, pero tú lo dices para que no piense que eres una delincuente y que vigilas el mercado para asaltarlo.
Pues resulta que entre las cosas que había olvidado hace dos semanas del súper estaban los cotonetes, o como genéricamente los llaman: hisopos.
Y después de cuatro interminables horas de empujones y pestilencias en el mencionado establecimiento, muy dignamente me negué a regresar ese bendito martes de frutas y verduras.
Por lo que para el viernes yo ya estaba retacada de cerilla, de por sí, no escucho muy bien, pero ese día escuchaba menos.
La historia es que mi marido se paró frente a mí, y yo estaba segura que me iba a buscar pleito por los de los cotonetes, pero no fue así. Él comenzó a hablarme sereno y bajito, y para no admitir yo que había olvidado los hisopos me hice como que lo escuchaba mientras yo intentaba destapar mis orejas con el dedo y asentía.
Estaba segura que en su breve monólogo me había comentado los pormenores de su viajr, porque luego él tomó una maleta y se fue.
Seguramente me explicó que a donde iba no tendría teléfono en tanto yo luchaba con la viscosidad que se alojaba en mi tímpano, porque se fue por más de una semana y no me llamó.
Yo no me atreví a marcarle al celular, porque seguro se molestaba por mi falta de atención a sus instrucciones.
Decidí no preocuparme por nada. En fin eso me pasa por olvidadiza y floja al no querer regresar al súper por los mentados cotonetes.
Pero el tiempo transcurrió de prisa porque estuve muy ocupada con los arreglos de primavera en la casa.
El siguiente martes de frutas y verduras al primer lugar que llegué fue al departamento de farmacia y agarré los hispos.
-Esta vez no se me olvida -como si lo pobres palitos con punta de algodón se me fueran a escapar corriendo. -¿Por qué les llamarán hisopos? Se oye feo. Cotonetes suena igual de raro pero más simpaticón, al menos.
Así que llegué a casa y orgullosamente saqué los cotonetes de las bolsas del mandado y empecé a limpiarme las orejas. Usé más de 6, tres para cada caverna invadida. Miré con satisfacción la mugre amarilla que había desalojado de mi cuerpo y en eso entró mi marido. Seguro que le fue muy mal en el viaje porque llegó pálido, tímido y me abrazó. Me dijo muchas cosas cursis y bonitas, que me amaba, que no podía vivir sin mí, que bla bla bla.
Le di gracias a Dios por haberme acordado de comprar los hisopos, de lo contrario me habría perdido de la muestra de amor más vehemente en todos mis años de matrimonio por parte de ese tipo osco y callado. Yo lo abracé. Él parecía sorprendido y aliviado, hicimos el amor en la sala y bueno...
Sí quisiera saber ¿qué le pasó en el viaje a mi marido para que regresara tan cambiado? La malpensada de mi madre dice que seguro que se había fugado con otra mujer y lo que me dijo antes de irse fue un discurso de despedida, de esos de "no eres tú soy yo", "es que esto no ha funcionado desde hace mucho tiempo" "vamos a darnos un tiempo" y no sé que más.
Yo creo que ojos que no ven y oídos que no escuchan por estar retacados de cerilla, pues corazón que no siente, así que prefiero no pensarlo demasiado, sobre todo ahora que no tengo tiempo ni de preguntarme ni de preguntarle, porque seguro que en menos de 15 minutos se levanta de la siesta para ir al baño, y a mí se me olvidó el papel sanitario. Pero no me vuelve a pasar, hoy sí me regreso al súper.

2 comentarios:

Ritushka dijo...

Hahahaha, el final me gustó mucho, se me hizo súper.

Liza Di Georgina dijo...

Gracias. Jejeje, está chistoso el final... ;)
Pero el hilo del cuento es que a veces la gente que menos sabe es más feliz... que loco ¿no?

 

©2009 Liza Di Georgina | by TNB