jueves, 6 de agosto de 2009

UÑAS

Las manos de Sonia eran muy bellas, delgadas, blancas, delicadas. Sus dedos largos eran el marco perfecto para unas uñas de concurso. Por eso Sonia siempre usaba las uñas largas y los esmaltes de moda: naranja, dorado, rojo quemado. Nada de french ni colores carne. ¡Al diablo con la discreción! Finalmente si podía recibir un cumplido de algún desconocido, después de escuchar mierda de su marido todo el día, bien había valido la pena todo el trabajo.
Una mala mañana a Sonia se le fracturó una uña mientras trapeaba agobiada porque el imbécil de su marido no tardaba en llegar y ella había tenido que hacer el arroz dos veces porque la primera le había salido batuqueado y seguro que el energúmeno se lo aventaba en la cabeza si no lo veía enterito y seco.
Sonia lamentó muchísimo la perdida de su uña, por eso fingió que iría al súper a comprar leche, cuando en realidad quería respirar un poco de aire.
-Que lindas uñas –le dijo una desconocida. -¿Son suyas?
-Sí.
-Se le ven preciosas, ¡ay! Pero se le rompió una… ¡que lástima!
Sonia se dio la media vuelta y se fue, entonces apretó el monedero en sus manos y se puso en camino al salón de belleza de la esquina, por primera vez en su vida.
-¿Ponen uñas? –Preguntó al entrar.
-Sí, señito, pásele por aquí.
A pesar que la estilista quiso convencerla de que sólo se pusiera una uña, Sonia insistió en que le cortaran todas y le instalaran las de acrílico.
Y así fue. Sonia se sentía como una estrella con sus uñas de puntas de diamante, tanto que al caminar por la calle recibió más de dos piropos de unos tipos que lo menos que le vieron fueron las uñas, pero ella estaba convencida que esa era la causa.
Al día siguiente la dependienta del salón de belleza de la esquina compró el periódico con unas galletas de chocolate.
Después de ojear unas páginas casi se atraganta.
-Samanta, ¿qué no es esta la clienta que vino ayer?
-A ver.
En el periódico se explicaba que la mujer había fallecido debido a los golpes en una disputa doméstica.
Lo que el pasquín no decía era que Sonia se había hartado de ser la sirvienta maltratada de la casa. Y que cuando el cerdo de su marido le reclamó por gastarse el dinero de la casa en “esas pinches uñas de bruja”, ella se defendió como pudo, pero por desgracia sus uñas con punta de diamante, esas que parecían de estrella de cine, eran mucho más frágiles que las suyas, y de poco le sirvieron al momento de repeler el ataque.
A los 32 años, y en sus últimos momentos, Sonia aprendió que no hay nada mejor que rascarse o pelearse con sus propias uñas, y que lo más recomendable es afilarlas a menudo.

2 comentarios:

Ritushka dijo...

Por eso mis uñas están siempre listas para atacar ;).

Comienzo a pensar que en verdad te gusta el color rojo.

Liza Di Georgina dijo...

Sí, el rojo me encanta, sobre todo por el efecto de fuerza y viveza que tiene :)

 

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