Cada pueblo tiene sus tragedias...
Hay historias que me remueven el estomago, que me dan ganas de vomitar: la masacre del 68 en México, la del 76 en Argentina, la del 81 en el Salvador.
El genocidio debería ser castigado con pena de muerte, aunque se haya realizado siguiendo ordenes, por Dios, una orden es sólo una palabra, "ve a traer la leche" "No", "mata a esa gente" "No". Nadie obliga a nadie, las palabras son sólo eso, viento, sugerencias que apelan a nuestros deseos intimos liberándonos de responsabilidad.
La culpabilidad por genocidio no debe tener caducidad y los testigos deben poder declarar sin revelar su identidad, y brindándoles una nueva identidad en otro país respetando esto como un secreto absoluto.
Los genocidas deben pagar así sean viejos, dementes o enfermos. ¿Con que autoridad se les pide a las personas que sigan las leyes si los gobernantes las violan con el más soberbio descaro?
miércoles, 13 de mayo de 2009
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