sábado, 17 de octubre de 2009

CEMENTERIO DE AVIONES (II)

El vecino de Myrna estaba perdidamente enamorado de ella: Titi. Ya no recuerdo la estúpida historia de ¿por qué le decían Titi? Pero el moría por Myrna, quizá porque ella era blanquísima como la leche y el tan negrito como el ébano, pero Titi era muy dulce y amable, y su sonrisa encantadora. No era guapo, pero era mayor que nosotras y tenía una camioneta en la que nos llevaba a todos lados.
Myrna, Titi, Lupita y yo ibamos a menudo a tomar helado, a jugar billar, a pasear por ahí.
Alguna vez fuiste a jugar billar con nosotros, eras muy serio, tímido tal vez. Hablabas poco pero te reías de todas nuestras tonterías.
Yo estaba acostumbrada a recibir la atención de todos los chicos, pero tu siempre habías sido muy distante, creo que por eso me gustabas en secreto.
Una noche me acompañaron a casa Myrna, Titi y tú. ¿Te acuerdas?
Luego siempre te burlabas de mí y me decías que estuviste a punto de quebrarte la espalda cuando me cargaste.
No sé como se nos ocurrió, seguro fue mi idea, porque yo era la líder y ocurrente del equipo.
Pero se me ocurrió hacer una carrera a caballito. Titi y tú eran los caballitos ¡claro!
Tú me cargaste y yo te abrace fuerte, y me encantó, lo confieso. Era el momento preciso para estar cerca de ti sin perder el estilo. Yo honestamente no quería llegar.
No me preguntes ¿quién ganó?, no me podía importar menos, el resto del camino fuimos riendo y jugando. Nunca lo olvidaré.
Te juro que me provocaba besarte en esos labios gorditos y redondos, te juro que me provocaba jalarte del pelo y acercarte a mí para abrazarte mucho, mucho.
Nunca te pregunté si yo te gustaba entonces... no lo sé, supongo que ya nunca lo sabré.

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©2009 Liza Di Georgina | by TNB