viernes, 24 de julio de 2009

EL ECO

Isa pensaba en Matama, la bruja de enseguida. Matama no era su nombre pero Isa la bautizó un buen día, después de que se convenciera que esa mujer era una bruja. Y no porque hiciera hechizos, era otra clase de bruja, de esas mujeres que se vuelven como pasas por dentro, amargas y marchitas, y que luego avientan toda esa amargura a los que osan mirarlas a los ojos.
Aunque pensándolo bien Matama bien podía ser una bruja de esas que hacían pociones en los calderos, con ese horrible pelo negro, crespo y largo hasta las corvas, y con esas manos huesudas que siempre querían lastimar.
Isa se reía en secreto cuando pronunciaba su nombre: Matama. El nombre había surgido un día que Paty, la hija de Isa, tenía 3 años y vio el retrato de la bruja del Mago de Oz, y gritó ¡Matama, matama! Seguro la pobre chiquilla quería decir mamá esa mata, pero juntó las palabras y así nació en nombre de Matama.
Isa piensa en Matama, sobre todo cuando esta bruja cotidiana le grita a su niño: ¡Callate, me das dolor de cabeza!, para luego darle una buena tunda.
Isa sabe que Matama lamentará esas palabras más temprano que tarde.
Plump, plump, ja ja ja…resuena un eco agudo en la parte de arriba de la casa de Isa, después: pas pis pis, ja ja ja unos pasitos que corren descalzos, y dos o tres cosas que caen al suelo.
Crash, pling, crash, seguidos por el silencio.
Luego de un rato el eco de los resortes de la cama inicia de nuevo la trifulca.
-Niñas. –dice Isa con sonrisa de satisfacción. –Mis niñas.
Isa se sienta en el sillón para escuchar complacida el trayecto del eco que revolotea por el piso superior. Y a la hora de la comida prepara los platillos favoritos de las niñas, caldito de pollo para Paty, lentejas para la bebé.
Luego sirve los platos: 3, y correr por las escaleras para buscar a las niñas.
Arriba todo es silencio, el eco de los pasos y los juegos se ha ido, Isa regresa al comedor y piensa en las niñas que ya son mujeres.
Guarda los platos por si ellas vienen de visita: caldito de pollo para Paty y lentejas para Claudine.
Dicen que las casas guardan los sonidos de los que vivieron en ellas, Isa sabe que es cierto. Aun puede escuchar el eco de las pequeñas corriendo, jugando con el agua, botando la pelota y rompiendo los adornos.
-¡Crecieron tan rápido! –murmura a menudo Isa mientras se rodea de recuerdos.
-Que tonta Matama que quiere un niño callado, el pequeño va a crecer tan pronto, que cuando lo haga ni el eco de su risa la acompañará luego.

2 comentarios:

Ni εїз dijo...

hola!
bueno sin querer llegue a tu blog y me alegro d ese suceso... me gusto mucho tu escrito y los anteriores aunq x el momento solo lei unos pocos... si, realmente creo q la escritura y la lectura es una d las mayores expresiones del ser humano, yo disfruto de las dos...
un placer leerte
saludos

Liza Di Georgina dijo...

Gracias por tu comentario, que gusto que pases por aquí, siempre es maravilloso poder hacer nuevos amigos en línea y compartir eso que una piensa y cree.
Saludos. ;)

 

©2009 Liza Di Georgina | by TNB