En Perú desde el 1907 surgieron publicaciones poéticas realizadas por obreros que intentaban hacer despertar a su pueblo contra las injusticias sociales de su tiempo. En Chile el mismo Pablo Neruda centró la segunda etapa de su trabajo poético, de 1936 a 1957, en la colectividad, al igual que Nicanor Parra entre los años 1935 al 52. En España la guerra civil fue uno de los detonantes principales de la poesía social y desde 1990 este país inició el movimiento denominado "poesía de la conciencia". En Argentina no puede haber un mejor ejemplo que el genial Benedetti.
Debido a su estructura: clara, concisa, profunda y universal, la poesía posee la intensidad necesaria para generar procesos reflexivos en su aditorio o lectores. En una sola línea es capaz de proporcionar un panorama real, con el que resulta fácil identificarse, y poco a poco, crear un sentimiento de complicidad colectiva que permita una revolución ideológica, un cambio verdadero que se genere desde el individuo y que nos ayude a deshacernos de la somnolencia cotidiana en la que vivimos hoy en día, adormecidos por el trabajo, la televisión, las deudas y los métodos de escape que adoptamos para sobrellevar la carga de un mundo tan competitivo y complejo como el que nos ha tocado; Un mundo donde los problemas sociales son considerados ajenos, como si cada ser humano habitara su propia burbuja impenetrable, empero, cuando la realidad perfora subitamente esa burbuja y nos convertimos en una estadística más: del crimen, la corrupción, la impunidad, o la injusticia, nos damos cuenta de lo inmensamente equivocados que estuvimos, ya que ningun ser humano puede exentarse de su entorno, ni de la influencia de este sobre si mismo.
La poesía cuenta pues con la responsabilidad inherente de ser un espejo que permita a cada individuo reconocer su realidad, reconocer su entorno e incluso a sí mismo, y más aun, que culmine en un análisis honesto de los errores del sistema bajo el cual se desenvuelve, las fallas propias y de su generación. La poesía debe ser ese vehiculo a través del cual se les permita alzar la voz a los oprimidos, con la esperanza, de que esas líneas inciten a generar un cambio una mente a la vez, una enmienda a la vez.
La conciencia social es mucho más que tratar de derrocar un régimen, es tratar de construir, de sobreponer una realidad más pura, más limpia, y más justa para todos, por encima de la realidad que nos han heredado o que nos han impuesto.
Ser poeta es mucho más que escribir rimas "bonitas", o versos bien logrados por medio de un montón de recursos literarios; ser un verdadero poeta es adquirir un compromiso tácito e inquebrantable con la verdad, con la justicia y con el mundo que nos rodea. Es no cerrar los ojos ni los oídos a las infamias cotidianas, es no empequeñecerlas, es ir en contra del confort de una vida cotidiana y preguntarse siempre el trasfondo de las cosas. Ser un poeta es preocuparse por el hoy y el mañana, es vivir con pasión y tratar de hacer que una sociedad que parece cada día más aletargada se aleje por un momento del internet y el celular para abrir su mirada y respirar los aires que los rodean, buenos o malos, y actuar, cada quien desde sus trincheras para no abandonar jamás el sueño de tener un mundo mejor.
La conciencia social es pues el aceptar y criticar la realidad que conformamos; y la labor de la poesía de conciencia social reside no sólo en acentuar los "defectos" de su entorno, sino que conduzca al lector hacia el camino de la reflexión, y a crear sus propias soluciones multifuncionales para modificar esa realidad, a no tener miedo o hastío para involucrarnos activamente en la construcción de nuestra sociedad.
Para poder ser un poeta de la conciencia es necesario ser parte del pueblo, no en referencia al estrato social, sino a la afinidad con las ideas colectivas, con los sentimientos, con la visión de la realidad; es necesario hablar el lenguaje de las masas para poder llegar a las masas, un idioma claro y real, libre de falsas pretensiones.
Poesía y conciencia social son entonces un sólo concepto para un verdadero poeta, son el escudo con el cual sus letras deberán enfrentar a la posteridad y responder a las preguntas acerca de su actuar y su pensar frente a las vicisitudes de su tiempo.
Liza Di Georgina.
Debido a su estructura: clara, concisa, profunda y universal, la poesía posee la intensidad necesaria para generar procesos reflexivos en su aditorio o lectores. En una sola línea es capaz de proporcionar un panorama real, con el que resulta fácil identificarse, y poco a poco, crear un sentimiento de complicidad colectiva que permita una revolución ideológica, un cambio verdadero que se genere desde el individuo y que nos ayude a deshacernos de la somnolencia cotidiana en la que vivimos hoy en día, adormecidos por el trabajo, la televisión, las deudas y los métodos de escape que adoptamos para sobrellevar la carga de un mundo tan competitivo y complejo como el que nos ha tocado; Un mundo donde los problemas sociales son considerados ajenos, como si cada ser humano habitara su propia burbuja impenetrable, empero, cuando la realidad perfora subitamente esa burbuja y nos convertimos en una estadística más: del crimen, la corrupción, la impunidad, o la injusticia, nos damos cuenta de lo inmensamente equivocados que estuvimos, ya que ningun ser humano puede exentarse de su entorno, ni de la influencia de este sobre si mismo.
La poesía cuenta pues con la responsabilidad inherente de ser un espejo que permita a cada individuo reconocer su realidad, reconocer su entorno e incluso a sí mismo, y más aun, que culmine en un análisis honesto de los errores del sistema bajo el cual se desenvuelve, las fallas propias y de su generación. La poesía debe ser ese vehiculo a través del cual se les permita alzar la voz a los oprimidos, con la esperanza, de que esas líneas inciten a generar un cambio una mente a la vez, una enmienda a la vez.
La conciencia social es mucho más que tratar de derrocar un régimen, es tratar de construir, de sobreponer una realidad más pura, más limpia, y más justa para todos, por encima de la realidad que nos han heredado o que nos han impuesto.
Ser poeta es mucho más que escribir rimas "bonitas", o versos bien logrados por medio de un montón de recursos literarios; ser un verdadero poeta es adquirir un compromiso tácito e inquebrantable con la verdad, con la justicia y con el mundo que nos rodea. Es no cerrar los ojos ni los oídos a las infamias cotidianas, es no empequeñecerlas, es ir en contra del confort de una vida cotidiana y preguntarse siempre el trasfondo de las cosas. Ser un poeta es preocuparse por el hoy y el mañana, es vivir con pasión y tratar de hacer que una sociedad que parece cada día más aletargada se aleje por un momento del internet y el celular para abrir su mirada y respirar los aires que los rodean, buenos o malos, y actuar, cada quien desde sus trincheras para no abandonar jamás el sueño de tener un mundo mejor.
La conciencia social es pues el aceptar y criticar la realidad que conformamos; y la labor de la poesía de conciencia social reside no sólo en acentuar los "defectos" de su entorno, sino que conduzca al lector hacia el camino de la reflexión, y a crear sus propias soluciones multifuncionales para modificar esa realidad, a no tener miedo o hastío para involucrarnos activamente en la construcción de nuestra sociedad.
Para poder ser un poeta de la conciencia es necesario ser parte del pueblo, no en referencia al estrato social, sino a la afinidad con las ideas colectivas, con los sentimientos, con la visión de la realidad; es necesario hablar el lenguaje de las masas para poder llegar a las masas, un idioma claro y real, libre de falsas pretensiones.
Poesía y conciencia social son entonces un sólo concepto para un verdadero poeta, son el escudo con el cual sus letras deberán enfrentar a la posteridad y responder a las preguntas acerca de su actuar y su pensar frente a las vicisitudes de su tiempo.
Liza Di Georgina.